El cáncer de mama es el tumor más frecuente diagnosticado en mujeres en nuestro país. Afortunadamente, la supervivencia por cáncer de mama ha mejorado notablemente en los últimos 20 años; y más del 80% de las pacientes diagnosticadas están libres de la enfermedad a los 5 años. 

Existen factores que incrementan el riesgo de padecerlo y que no podemos modificar, como la edad (hasta los 75 años), el sexo o los factores hereditarios, pero existen otros que sí dependen de nosotros y que podríamos trabajar para no incrementar nuestro riesgo.

1. Prolonga la lactancia materna

La lactancia materna disminuye el riesgo de cáncer de mama, especialmente en mujeres que dan el pecho más allá del año. Existen distintos estudios que podrían explicar el efecto ‘protector’ de la lactancia materna sobre el cáncer de mama. Algunos plantean que la producción constante de leche materna tiene a las células de la mama ‘ocupadas’ y, por lo tanto, disminuye la probabilidad de trastornos celulares. También se plantea que las mujeres lactantes tienen menos ciclos menstruales; lo que está relacionado con unos niveles de estrógenos más bajos.  

2. Realiza ejercicio físico

Las investigaciones que demuestran que la realización de actividad física vigorosa, tanto en la premenopausia como en la posmenopausia, es un factor que disminuye el riesgo de cáncer de mama son muy sólidas. En general, realizar actividad física regularmente es un elemento fundamental de un estilo de vida saludable y disminuye el riesgo de padecer muchas enfermedades (principalmente cáncer, enfermedad cardíaca, diabetes y osteoporosis), contribuye a mantener un peso saludable y nos ayuda además con nuestra salud mental.

3. No bebas alcohol

Varios estudios demuestran que el riesgo de cáncer de mama aumenta en función de la cantidad de alcohol que consume una mujer. A pesar de que es una práctica muy normalizada en nuestra sociedad, cada vez existen más investigaciones que nos hacen conscientes del tremendo efecto nocivo que el alcohol tiene en nuestro organismo. A pesar de lo que podamos escuchar en algunos anuncios (claramente guiados por fines comerciales y de consumo), no hay ninguna cantidad de alcohol que podamos consumir y sea sana para nosotros. Para la prevención del cáncer, sobre todo, la mejor cantidad de alcohol es no consumir.

4. Come sano

No existen dietas milagro. Ninguna dieta por si sola cura ni evita el cáncer. Lo que si sabemos es que una alimentación variada y equilibrada, basada principalmente en verduras, frutas, legumbres y cereales, entre otras cosas, ayudará a mantener tu riesgo lo más bajo posible.  

Intenta comer cinco raciones de frutas y/o verduras al día y recuerda que el zumo de fruta, por más que sea natural, no equivale a una pieza entera.

5. Vigila tu peso

Especialmente relacionado con el punto anterior, el sobrepeso y la obesidad están directamente relacionados con el riesgo de cáncer de mama e, inclusive, con el riesgo de recurrencia una vez diagnosticado y tratado. Las personas con sobrepeso u obesidad tienen mayor riesgo de ser diagnosticadas de cáncer de mama en comparación con las personas con un peso adecuado. 

Recuerda que tu alimentación es un pilar fundamental en el control de tu peso. Así, aquellos alimentos ricos en grasas saturadas y azúcares son los que te harán ganar peso muy rápidamente y, por lo tanto, incrementar tu riesgo de cáncer de mama.

6. Busca consejo genético

Si han existido varios casos de cáncer en tu familia, sobre todo familiares de primer grado o diagnósticos en edades muy tempranas, vale la pena que se valore la posibilidad de asistir a una unidad de consejo genético. En estas unidades se hace un estudio del patrón genético de un tumor, historia familiar y estudio sanguíneo (ya que hay algunas alteraciones genéticas que están estrechamente relacionadas al cáncer de mama y otros tipos de cáncer).

Si crees que esta puede ser tu situación, consulta con tu médico de atención primaria y/o médico especialista, quienes valorarán el caso y te derivarán a la unidad de consejo genético si lo creen oportuno.

7. Ojo a la terapia hormonal sustitutiva

La terapia hormonal se utiliza desde hace años para aliviar los síntomas y molestias producidos por la menopausia y ayudar a prevenir la osteoporosis. Puede ser solo de estrógeno o combinada (estrógeno + progesterona). La combinada, principalmente, incrementa el riesgo de cáncer de mama a partir del segundo año de tratamiento. Si tienes alguna preocupación o duda sobre seguir este tratamiento, recomendamos que preguntes a tu médico para evaluar la situación.